Ficciones para el cambio social

Por Laura Vidal

Consultora de Proyecto e Investigación,
Región América Latina

IRIS

Nuestra reciente tertulia del mes de septiembre fue un despliegue de inspiración y de ideas que mezclaron lo nuevo con lo ancestral. Hablamos de esto tan profundamente humano que es contar historias y desempacamos los modos en los que pueden ser un vehículo poderoso de cambios sociales y de impacto en la cultura.

Como guía de esta conversación tuvimos el privilegio de contar con Marianne Díaz Hernández, destacada escritora, investigadora y activista de derechos humanos en internet.

Nuestra reciente tertulia del mes de septiembre fue un despliegue de inspiración y de ideas que mezclaron lo nuevo con lo ancestral. Hablamos de esto tan profundamente humano que es contar historias y desempacamos los modos en los que pueden ser un vehículo poderoso de cambios sociales y de impacto en la cultura. 

Como guía de esta conversación tuvimos el privilegio de contar con Marianne Díaz Hernández, destacada escritora, investigadora y activista de derechos humanos en internet. Para mi en particular fue un inmenso placer compartir con la querida gente de la Tertulia los saberes que Marianne ha compartido en los últimos años, en especial porque hemos trabajado juntas en proyectos que combinan las historias de ficción con la sensibilización en cuanto a las políticas de privacidad y de datos en varios países; y sé de primera mano, que más allá de cualquier proyecto o escenario, una de las más grandes pasiones de Marianne es ayudar a todas las personas a que puedan contar sus propias historias. 

Ya no es muy novedoso decir aquí que la conversación nos dejó mucho, pero la verdad es que así fue. En esta Tertulia en particular nos fuimos a lo más profundo. De los círculos alrededor del fuego pasando a las luces de las pantallas, nos adentramos en lo que hacen a las historias tan poderosas y en las muchísimas formas que pueden tomar, más aún ahora en estos tiempos de hiperconectividad. 

Como suele ocurrir, esta conversación tuvo aire de principio y nos faltó el tiempo para ir aún más allá, pero igual –por supuesto– nos quedamos con notas invaluables que serán muy seguramente la chispa de mucho de lo que está por venir y de las historias que tenemos para contar. Exploremos algunas de las ideas principales: 

Más allá de la realidad está la verdad

Si bien muchas historias se originan en hechos reales, el verdadero núcleo de una narración impactante es la verdad que trae en el vientre. Una historia puede alimentarse de datos exactos y realidades vividas, pero no tiene por qué apegarse a una sola realidad o a un solo testimonio. De hecho, para contar una historia de impacto, nos hará falta más contarla desde la verdad, que desde la realidad.

Numerosas obras hacen uso de este recurso para expresar realidades complejas. Un ejemplo interesante vino con la serie de HBO, Chernobyl. En ella, el personaje Ulana Khomyuk –una científica nuclear bielorrusa que vio prontamente el peligro de la explosión– fue el resultado de la combinación de varias personas que vivían y trabajaban en los alrededores de la planta y que lucharon y denunciaron la desinformación que rodeó el desastre.  

La autenticidad emocional y las verdades universales son lo que permite que quienes oyen estas historias se vean reflejades. Esto es, es posible tomar diferentes experiencias, entrelazarlas en una historia coherente y formar un tapiz con el que el público pueda conectarse.

La ficción como protección 

La ficción no es solo un medio de escape, sino también puede ser un mecanismo de anonimato que ayuda a que quienes denuncian historias importantes puedan mantenerse seguras. Esto es especialmente relevante cuando las historias buscan exponer y denunciar violaciones a derechos humanos. En muchos de estos casos, cambiar nombres o alterar detalles a menudo no resulta suficiente. Es aquí cuando una historia ficticia y sus símiles con la realidad pueden sacudir tanto como los hechos mismos y además hacerlos viajar más allá de donde ocurren los hechos. 

Esta estrategia fue útil en la presentación de una investigación que Marianne compartió como ejemplo. La investigación da cuenta del precario recorrido de las personas que no pueden contar con identificación y que, como millones de personas en el mundo, se mueven y atraviesan fronteras para huir de violencias o escapar de la pobreza. Para hacer los datos y las realidades de las fuentes algo comprensible para quienes leyeran la investigación, los hallazgos siguen un hilo narrativo a través de Liliana, un personaje creado para humanizar la realidad vivida por las millones de personas que se desplazan por el continente. 

Esto nos lleva a otro elemento importante:

Si tienes datos, tienes historias

Parte de la conversación nos llevó a preguntarnos cómo ponemos la rueda a andar. Pronto nos dimos cuenta que no solamente como personas, sino como comunicadores y profesionales que gravitan en círculos de la sociedad civil, tenemos muy a la mano fuentes importantes de datos, de realidades y de testimonios. Estamos conectados y conectadas con comunidades, periodistas, cineastas, comunicadores, artistas y otros más que son una mezcla de todo lo anterior. 

Para quienes se han comprometido con los cambios sociales y la defensa de derechos la respuesta a menudo está en los lugares más obvios: en las personas con las que colaboramos, en la realidad cotidiana que nos envuelve, y en los datos que recopilamos. Si tenemos información y gente a nuestro alrededor, podemos empezar a tejer una historia. 

Lo más importante: contar una buena historia

El propósito de compartir historias, en especial si buscan impulsar cambios sociales y promover justicia, no debe ocultar la esencia de la narración. Esto no ha cambiado desde las tradiciones más antiguas: necesitamos un personaje central, una intriga, un nudo y un desenlace. Y quienes la oyen hacen un contrato silencioso con los cuenta-cuentos: sabemos que nos cuentas algo de ficción, pero si me lo cuentas bien, yo te voy a escuchar y me lo voy a creer como si hubiese pasado. 

Una historia debe ser contada por su mérito inherente, y no solo como vehículo de un mensaje. 

Dentro de los trabajos de la sociedad civil y las historias que se cuentan en ese espacio nos encontramos a menudo con historias con las que no conectamos, en las que la intención es demasiado obvia. Lo mismo pasa con obras de ficción que tienen un mensaje tan, pero tan claro, que se termina comiendo a la historia. 

La conversación nos llevó, en fin, a pensar de modo profundo y respetuoso en las historias, pero también en las personas a quienes se las contamos: en las plataformas que usan, en los tonos, los idiomas, los intereses, los gustos… Pero más que eso, aprendimos que lo más importante es no olvidar que estas personas no son entes pasivos. Se trata de un acto de humildad y de confianza. Saber que quienes nos lean, oigan, o jueguen nuestro juego serán capaces de llenar los espacios en blanco y seguir el hilo conductor. En resumidas cuentas, primero que nada ocupémonos de la historia. Lo demás vendrá prácticamente solo.

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